A Jorge Guillén
De la mano de Ángel Caffarena
Velan tu ausencia dos leones de niebla,
marineros cañones de salado reposo
y un tumulto de verdes heridas por la lluvia.
Cuatro hojas, acaso, de un trébol florido
encontró al azar tu mano jardinera
y quedaste prendado del femenino tallo,
asido al pétalo dichoso de la muerte.
Querido Jorge, don Jorge,
hoy y siempre Málaga clandestina
te piropea flores ajenas a otro huerto;
sorprende que ninguna caracola
fuese a parar a tu bahía tímida.
Sin duda, las olas olvidaron
poner rumbo al sextante de la sangre.
Paraíso se llama la tierra de tu nombre,
donde la muerte dura lo que una violeta.